Un clásico que despierta del sueño aletargado de la memoria colectiva
El
tiempo pasa, cambian las modas y evolucionan las costumbres, pero algunas
pasiones permanecen. En estos 75 años de competiciones en Canarias, el
motociclismo ha sabido adaptarse a cada época sin perder su espíritu original.
Ha sido una constante en la historia deportiva del Archipiélago, dejando a su
paso recuerdos imborrables, anécdotas y héroes de carne y hueso.
Cada
nueva generación de pilotos ha aportado su forma de entender el deporte, y con
ello, su propia huella. Pero siempre hay algo que se mantiene: la emoción del
público, el rugido de los motores y la nostalgia de las viejas glorias, que aún
brillan en la memoria de quienes vivieron aquellos días de pura pasión por la
carretera.
Vale
la pena mirar atrás para recordar cómo empezó todo.
Fue un 13 de octubre de 1957, justo después de la fiesta del Pilar, cuando se
celebró la primera Subida a Tafira. Aquella jornada marcó un antes y un
después. Con el respaldo del Real Automóvil Club de Gran Canaria y el
impulso de dos entusiastas —Manolo Bautista y Pepe Herrera, quien más
tarde sería presidente del Moto Club Gran Canaria—, se organizó una prueba
inédita: coches y motos compitiendo juntos en la misma subida.