La primera vez que vi un libro de historia del Motociclismo, observaba embelesado aquellas imponentes máquinas inglesas de una belleza técnica y cromada, sacadas de un contexto del tiempo siempre antiguo a la realidad. Como es posible que se fabricarán aquellas motos tan espectaculares en otra época, clásicas y antiguas a la mirada y al sonido, años me costó comprender, lo que los entendidos cifraban como la elegancia del tiempo. Eran máquinas universales, que representaban el concepto del motorismo con héroes de leyendas y caballeros motorizados de infinita galantería, era el sagrado imperio de la Gran Bretaña y su ostentoso carácter industrializado como potencia mundial. Y entre todas aquellas fotos de motos maravillosas, siempre aparecía una caricatura especial que atentaba la continuidad del imperio, la del fantasma blanco.