EZEQUIEL ESPINO.
El hombre que adoraba las Harley.
Llevamos un añito de despedidas de amigos, cargado de bajas. Sin duda, esto de que el tiempo es infranqueable para todos es una certeza que acentúa nuestros días, y en la lotería del destino giramos hasta nuestro apartado final. No puedo por menos que recordar a los hombres de bien que nos han empujado, animado y han sido parte importante de los avatares de una vida de pasiones motoristas.
Recuerdo bien a Ezequiel Espino, años después que dejará las carreras como piloto y se enrolara en la moda de las Custom, siempre cerca de Gubra y del HOG, fue uno de los pioneros, en esta movida incipiente junto a otros tantos amigos, como Pepe casas y tantos otros, que se me olvidan sus nombres.
Mención especial al recuerdo cuando me senté con Ezequiel, para hablarles del proyecto Viejas Glorias allá por los años noventa y la necesidad que participara con la cultura de las Harley. Esa movida iba en crecimiento constante, gracias al trabajo del distribuidor Gubra y el empuje organizado del HOG Las Palmas. Fue un enamorado de la movida Harlera, un rebelde sin causa, de lucir los primeros estereotipos del modelo Riders. Pero con una profunda convicción se embarcó en los primeros Viejas Glorias, a estar ahí con su gente, con su grupito y convicciones, apoyando el proyecto porque lo sentía como parte de sus pasiones. Una alegría y un recuerdo constante de agradecimiento por ese aliento tan necesitado, en las horas bajas, para que floreciera ese enorme jardín donde se pudieran mirar todos.
Gracias a esa virtud particular de mantener el espiritu harlero, avanzo el tiempo y la transición fusionando la moda del HOG, la organización de grupos y las visitas puntuales al evento Viejas Glorias, siendo en la actualidad el club más antiguo organizado, que visita el evento y lleva en su candelero. 28 años ininterrumpidos de apoyo.
Hoy despido al amigo Ezequiel, recordando su buena sintonía, su profunda convicción por la pasión de las motos Harley y su innegable continuidad en el recuerdo de gente por la labor de sus creencias. Aquella softail de manillares colgados y horquilla larga, con sonido antiguo, tenía un sello y una sonrisa imborrable la del amigo Ezequiel Espino.
Descansa en paz compañero.
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