miércoles, febrero 19, 2025

JUAN A. DE LA NUEZ.


A menudo hurgamos la textura del motociclismo local, para encontrar los personajes que ilustraron su historia, los momentos y circunstancias que labraron sus trayectorias deportivas y como esta, marcó un período de expansión y evolución en la juventud de los años setenta, que a bien interpretamos como la época dorada del motociclismo japonés en Canarias. La explosión comercial del sol naciente a través del puerto franco, se hacía imparable y el material que llegaba de serie, técnicamente inmejorable.

El piloto que traemos a escena hoy en este repaso histórico, compitió entre el 78 al 84 una etapa corta e intensa en el mundo de las carreras. Juan A. De la Nuez, se define como un venturoso de la banca,” fuimos las patas negras de los Eres” con una retirada laboral a tiempo, para disfrutar de la familia y de la dicha de la vida, motos, viajes y amigos. En su carácter afable tuvimos unas horas de charla, para seguir descifrando las pasiones, que guardamos en el recuerdo y que afloran, a la primera patada de la puesta en marcha.

Tal como Leoncio Garnier, descubrió las piruetas y las exhibiciones aéreas en el principio de los tiempos en los campos de Guanarteme, tierras de San lorenzo. Nuestro amigo Juan A. comenzó a corretear por las callejuelas de la recordada Cicer, años después. Hasta que consiguió aquel derbi “Antorcha” que le metió el gusanillo dentro y la tizne en la indumentaria. Su madre y su abuela hicieron una colecta, hartas de lavar la ropa, para comprarle una moto nueva, sin saber que ya la quería trucar de serie, para que anduviera un poco más.

Poco le duró, por que apareció un rompecorazones derbi 74 Gran sport. Y aunque estaba usado no dudó en el trasiego de hacerse con ella. La juventud le empujaba a la competición. Aquella primera carrera del Sebadal, donde Angel Nieto y Min Grau, dieron un recital con las 900SS de Artigas, lo fundió en el proyecto de su vida aventurarse a las carreras. Ya disponía de recursos profesionales y decidió apostar con Artigas, con esa joya italiana de Ducati, que le dio grandes alegrías. Hasta que decidió no profesionalizarse en las ordenes de equipo, la juventud y las oportunidades le barajaron la continuidad. Pero esta vez, sería el quien tomara las riendas de su destino.



Y allá se presentó en Lenflor. Enamorado de una de aquellas ninfas de Kawa. Se compró en palabras mayores aquella bestia de 1000cc. Entre la rebeldía y la esperanza, se fue agenciando amigos y entre ellos Jose Nils, que tenía un tallercito para maquinar las motos, hurgar y conseguir pequeñas mejoras para ir más rápido. Pronto la asociación con Ajonay y Miguel A. Santana “cigarrito” comenzó a dar frutos de cooperación. La llegada del chasis “Martin” iba a ser una mejora notable, si a la capacidad tecnológica de las Japos de los 70/80, comenzaban aparecer esas mejoras probadas en los mundiales de la época que llegaban a las islas para los que buscaban más prestaciones. Frenos Brembo comprados en Andorra- detalles estos, que marcarían la diferencia, sumado al andar rápido que tenían ellos.

El despertar de la sociedad en plena ebullición del turismo, la expansión del puerto de la luz, la llegada del imperio Japonés a través de los coches y motos, fue una revolución brutal, Juan Antonio, nos recuerda la sensación que producía ver las motos de los canarios en península, en Montjuic la llegada del material de las islas, era seguido con enorme expectación, motos de otra galaxia listas para correr de serie, contra las viejas y denostadas europeas y esa sensación de parque selecto y afortunado entre sus monturas.



A la falta de carreras en circuito en Gran Canaria, se aventuraba en las múltiples subidas en cuesta de Tenerife, Los Loros, El socorro, donde recuerda buenos momentos y la inversión en algunos solares por Fasnia, con la recordada Honda 900 Boll dor. 

En esta dorada época de material del sol naciente, las tácticas y estrategia se definían en el único banco de prueba ilegal que existía en Las Palmas. La avenida Marítima, si años atrás ya, Pepe Monzón, llevaba un bidón de gasolina para que estrenara sus equipos oficiales. En estas artes, imitaban después los otros punteros de la época. Además, aquella nueva ciudad del mar, era tan novedosa que la permisividad, pasaba por tolerancia y en las noches previas a las carreras, era un festival de pruebas y reglajes, motos a tope, con escapes abiertos de 4 en uno. Un concierto para noctámbulos. Las noches del Gran café, cerca de general Bravo. Donde quedaba la peña, para calentar el pico y partir para la avenida a desfogar.  Que recuerdos, no puede olvidar el día que lo levantaron “pal aire” delante del Metropole. En un accidente que casi le cuesta la vida, de hecho, despertó en el hospital y cuando se fijó en la cara del médico, que lo atendía, lo insultó. Usted fue el hijo de puta que me atropelló. El médico flipaba en desdicha, no entendía como se podía haber quedado con su cara, si apenas lo vio en la oscuridad de aquella desafortunada maniobra de aparcamiento. Quien iba a esperar que un loco motorizado apareciera de noche, aunque fuera despacio.


Juan A, De la Nuez estaba en el top cinco de los gallitos a tener en cuenta, en la dulce sintonía de la época, Donde Juani Herrera marcaba el ritmo de muchas batallas. Conseguir esponsorización no era complicado, cuando los proyectos eran buenos, estaban en una emergente sociedad de consumo y la publicidad de las marcas buscaban huecos para ser vistas en apoyo de las causas. Asi siempre habla maravillas de Sakura o Alcorde cuando corrió con Honda, y las hojillas de afeitar. “Super Glide” cuya recaudación le dijo Artigas que se la había ganado él en la competición al ganar la carrera. Toda una lección de jefe de equipo. Recordamos la famosa y sonada moto con el apodo de “La telefónica”, desconocía su nombre callejero. La Kawa ZX Ninja RR. Me cayó muy simpática la expresión que desconocía, era por sus colores Verde blancos y azul intenso en la quilla.


Así cuando Miguel A. Ajonay, lo reclamó para intimidarle el viejo sueño de correr las 24 h de Montjuic. No dudo en poner manos a la obra, buscar amigos y vender el proyecto. Pronto estaban embarcados en esa empresa de competir la resistencia mas famosa de la época en España corría el año 84 y casi sin quererlo, estaba al final de su carrera deportiva, con las mejores cartas de hacer historia. Su gran aliada Lidia y esa facilidad para ganar amigos, en todos los rincones del país. Así sus amigos Paco y Mabel médicos de la Paz con los que compartieron muchos buenos ratos, al que él siempre le contó el sueño de correr en Montjuic y cuando Juan A. lo decidió años después se llevó la alegría de que sin previo aviso se presentaran en el equipo canario buscándole para echarles una mano con la organización del equipo del Box, en la cobertura física.


Las 24 H. es una meca para los velocistas canarios y mundialistas, poder correr en su catedral y vivir su experiencia, es un canto a la pasión de las carreras de moto, cientos de vueltas a un ritmo constante lo más alto y seguro posible, el ambiente de los boxes, la noche y la madrugada, todo queda en los mapas de la piel, con la esencia de haber tocado parte de la gloria de la velocidad.

Ahora en esa mirada activa de experiencia de vida, sigue a bordo de sus motos, y va cambiando de máquinas según sus nuevas intuiciones, Nunca se aferró al recuerdo activo, así le restauró Juani Herrera una preciosa Kawasaki 900 K2 que le compró Antonio Mesa y le duró en el garaje, lo que cotizó en bolsa. –como buen inversor apuesta segura- En su nuevo haber. Lo que le queda en el cuerpo y alma. Viajes de aventura por Europa, con -dos- cabo norte en la vitrina del viajero incansable. El sol de las canteras, los paseos matutinos a descubrir la felicidad de vivir en la isla, su pasión por las artes culinarias de master chef familiar. Y esas escapadas puntuales a desfogar sus recuerdos por el interior de la isla, con Sergio Villar, el amigo que perdura desde la compra de la Kawa Z1000, comprada por ambos, ahora van con BMW, cosas de la edad, supongo, toda una fortuna de experiencia y filosofía.


En esta eterna melodía de contar las viejas glorias, el abuelo Juan A. De la Nuez, orgulloso de sus cuatro nietos moteros de andar, ya se agenciado el ser el manager, de sus deportistas y allá va él, pletórico con sus reseñas a dar las instrucciones y el apoyo moral a las canchas, donde sus brotes generacionales exteriorizan su competitividad, allá donde se apliquen.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un crack

Anónimo dijo...

Gran persona y todo un crack

Anónimo dijo...

Una persona excepcional😍