lunes, julio 13, 2020

Recordando Al Chela



Esta es una modesta historia, de dos hermanos apasionados de las motos y que con la participación en aquella carrera decidieron tirar un puente entre un metafórico río que los separada y que gracias a Dios los mantuvo unidos hasta el último día.

Cada uno teníamos una Suzuki. Jordy le había puesto a la GSXR una llanta de magnesio que le vendieron después de una rodada en el Jarama y “aquello” era inconducible. La mía una GSX750ES era como un sofá: Fofa y pesada. Tenía horquillas de ¡35mm! (Hoy en día lo normal son 43mm), sistema anti-dive que anulamos con el sencillo método de quitar la válvula y poner una placa con una junta.
En la revista Motorrad encontramos un fabricante de puentes de horquillas en Alemania y lo mandamos a pedir. Y para meterle presión a aquellas dos pincitas de doble pistón minúsculas encontramos una bomba Brembo de la que no recuerdo si era radial (me imagino que no) pero por lo menos era mucho más grande que la que llevaba de fábrica. A las horquillas, Germán, el de Motolavado, le metió sendos topes de 2 cm y un aceite más viscoso. Y finalmente el slick. Hablé con los distribuidores de Michelín y Pirelli y educamente me dijeron que no tenían neumáticos para motos “de juguete”… Pues nada, el A48 no era una opción, así que montamos un Metzeler Perfect ME 90. Y detrás… el M48. El basculante no admitía un 130 ni poniéndole un diente más a la cadena. En el tren delantero ya no se podía hacer nada más.

Al motor le sacamos el bloque y le mandamos a pulir la admisión y el escape. Aprovechamos para ponerle segmentos nuevos a los pistones. No había presupuesto para tocar los Mikuni del 32. Toda la vida había soñado con ponerle un escape Termignoni a una moto mía. Y con gran esfuerzo acabó puesto en la “Suzu”. Seguro que perdió potencia, pero cuando se le quitaba el db-killer aquello sonada y subía de vueltas que daba gloria. Suficiente.
¿Y atrás? Una catalina de fibra con 8 dientes más. “Que acelere, que acelere”.
Y así, acabó la “Suzu” disfrazada para la carrera. La matrícula, la óptica y los laterales se los quitaríamos antes de la carrera. La moto tenía que llegar rodando al circuito.
Jordy se trajo al equipo mecánico y con esos cartuchos decidimos que estábamos preparados para ir a la guerra.
Cuando llegamos allí, a mí se me encogió el estómago. Recuerdo el Kawa 750 de dos tiempos. Creo que lo condujo Miguel Ángel Ajonay (DEP). Aythami apareció con una Honda preciosa. La NSR de Iñaqui era un espectáculo. Mis recuerdos son difusos, pero por allí andaban todos los pesos pesados del motociclismo grancanario. La CBR de Juani (DEP) asustaba con solo verla y el equipo Artigas se movía igual que lo que veíamos mi hermano y yo por la tele en las carreras de motos.
Nuestra carrera era otra. De Motolavado conocíamos al “Francés” y por lo menos él nos dedicó una sonrisa cuando llegamos. De la pandilla del Edificio Campo España, estaba el “Neno” con una moto que tenía un slick tan grande que lo bautizamos como “el Papayo”. Y Hans “Juanito” Wernicke con su Z100, depósito de lágrima pintado con llamas y sus 4 escapes de fábrica. Esa era nuestra carrera. El pique mío era con Hans. 
Cuando por fin pasamos el susto de vernos en la lista de autorizados a salir, le cedí a Jordy que hiciera el primer relevo. Yo haría el warm-up. La salida iba a ser tipo “Le Mans”. Yo lo único que le decía a mi hermano era: “Controlando, despacito, encuentra un hueco en donde rodar tranquilo…” Si, si, si.
En el warm-up solo me faltó ponerme el casco en el hombro y encender un cigarrito. Último. Perfecto, así Jordy podría estar tranquilo rodando.
Y llegó el momento de la salida. Cuando dieron el pistoletazo, Jordy salió disparado y llegó el primero a la moto. La moto arrancó en cero-coma y el muy puñetero se paseo por delante de todos mientras intentaban arrancar. Hizo casi una vuelta en primera posición. La estrategia a tomar por saco.

Jordy le daba fusta a la Suzu como si no hubiera un mañana y teniendo en cuenta la diferencia entre la patineta y los misiles, se mantenía sorprendentemente arriba. A mí se me iba a salir el corazón por la boca, pero aquello ya estaba en marcha. Siguiente objetivo: Llegar a meta.
Recuerdo ver la cadena del Kawa 750 rodando por los suelos, la Honda de Aythami tener un golpe feo. Al Neno no sé lo que le pasó. Hans iba más o menos emparejado con nosotros. El Francés, con aquella Ducati de tonos dorados iba bien. Jordy se estabilizó en unos tiempos que para mí eran estratosféricos, pero se le veía tranquilo y haciendo lo que sabía hacer.
Los mecánicos amigos de Jordy asumieron la dirección de la carrera y le iban marcando tiempos. “+”, “-“ e “=”. Simple y suficiente.
Cuando me tocó a mí salir a pista, lo hice como si estuviera saliendo de un semáforo en Rafael Cabrera. Suave, suave. Pero aquello no duró mucho. Dos aviones me levantaron las pegatinas y me hicieron ver que tenía correr. Busque un ritmo más alto y la Suzu se quejaba amargamente. Se meneaba como una rama cuando le da el viento, pero frenaba bien y el Metzeler me daba mucha seguridad. Así que la seguí enroscando. Cuando pasé por delante de boxes veo en nuestra tabla: “++” Que vergüenza, tenía que ir parado. Enrosqué a la Suzu como no lo había hecho en mi vida y tiré de la maneta cuando ya creía que me iba a comer las balas de paja. Y por fin vi en la tabla “=”. Y así llegó el momento más crítico de mi carrera. Miré hacia atrás y vi que el Francés me iba a adelantar en cualquier momento. Entre delante suya en la recta de meta y al final de ella ya estaba a rebufo. En la recta de atrás me adelantó y me la jugué. Decidí probar el límite de la frenada. Me mantuve acelerando y cuando ví que él empezó a clavar frenos no paré. Yo iba por dentro y cuando me emparejé el soltó frenos para poder hacerme el exterior. Al volver a clavar, la moto se le fue de atrás.

Ya no me acuerdo si el último relevo lo hizo Jordy o yo. Solo tengo grabado el abrazo que nos dimos y las palmadas que me daba mientras me miraba a los ojos. Y nos quedamos delante de Hans. Misión cumplida.
Mientras yo le ponía la matrícula a la moto y la óptica, él se fue a la dirección de carrera y volvió cabreado porque “nos habían quitado vueltas”. Genio y figura.
Han pasado 34 años. Fue un 31 de Julio del 86. Jordy se fue un 13 de julio, hoy hace 6 años.
La ausencia es insustituible, pero los buenos recuerdos hacen que mi gesto tenga una nostálgica sonrisa. Yo le envío mis ráfagas al cielo. El permanentemente sigue dando luz a nuestros caminos. Te quiero hermano.

Gregorio Toledo Chelala