A medida que los tiempos van pasando por nuestras vidas, la experiencia y el sentido del clasicismo se va enraizando en dichas pasiones, manifestando nu estro propio estilo como bandera de un pasado de práctica enriquecida; queda ese pozo de sabiduría y en el, encontramos la razón de la existencia y continuidad de aquellos gozos.
Cuando
volvemos al garaje de los amigos, a charlar sobre el motociclismo de todos los
tiempos, encontramos el nexo de unión cultivado para esa manifestación de recuerdos,
y descubrimos que la veteranía de la práctica y las heridas de guerra, de los acontecimientos
pasados; han marcado el libro de las vivencias dándole el brillo cauto de la
aventura superada
German
González pasó por los años 70, de puntilla y embobado mirando los ciclomotores
con el deseo de ser poseedor de uno de aquellos billetes de libertad, después
de varias Derbi, a las que sacó su esencia, decidió enamorarse e invertir en
una nueva, Moto Guzzi 50, quizá por aquello de que, Derbi tenía todo el mundo. Las
motillas italianas marcaron época y distinción. Siempre notorias en detalles.
Su juventud fue un rosario de metralla acumulada, Hostias y zarpazos afortunados
–de los de angel de la guarda, como la galleta de las Lagunetas que desfondo un
techo de una casa y cayó al bajo después de volar- fueron dejando las
cicatrices en su rostro, hombros y piernas. Como un guerrero vikingo sobrevivió
a la pubertad de los machetazos, escapadas a los pueblos, con la pandilla
motorizada.
Hasta que llegó la Vespa que era
Su
vida ahora, es el entretenimiento y recuperación de máquinas, en su pequeño
taller junto a “Pistona” -su perrita- ahí el tiempo es culto a las motos, a sus
joyas, que maquea, y susurra con el cariño de los quemados filosóficos. Otra suerte,
fue encontrar a Monse en su vida; esa pareja motera que disfruta del viaje y la
aventura, dentro y fuera de la geografía de la isla y con sus viejos amigos. ¡Que
pareja!
Con
motivo de la II Subida a Barlovento el próximo 6 de septiembre en la isla de La
Palma, se ha convertido en la referencia del motociclismo de carreras de
clásicas, su espectacular BMW R100 de época, ya tiene adeptos y gente que le
sigue la estela. Ha tomado la bandera del sentido común en el desarrollo
afortunado de este evento en particular, la organización RR Eventos, le toma el
pulso y la voz para impartir los valores de las competiciones fuera de circuito
en tiempos donde la seguridad prima y pone en evidencia el valor de los antiguos
“Road Race” El espectáculo está servido y las inscripciones cerradas desde hace
varios meses. Carreras donde como el advirtió; en las reuniones de seguridad
previa. “Se gana poco y se puede perder mucho” La organización mima el evento
que va camino de ser referencia única en canarias de distinción, a la que la
cantidad de motoristas afines a las carreras, ya tienen reserva para visitar
esta catedral del TT canario, “Road Race” y muchos “viejas glorias canarios”,
le siguen en el empeño de crear la sinergia de este tipo de carreras en cuestas
ya denostadas de los calendarios.
German
no deja de soñar y ya tiene fecha para su próximo cumpleaños en octubre, celebrarlo
en la subida a Colombres, una rampa clásica de gran palmarés en la frontera del
norte de Asturias con Galicia. Donde no faltan una buena parrilla de anglosajones
y franceses para lucir monturas y guerrillas.
En
su garaje la charla de sus dos monturas preferidas; entre cultura italiana
Parilla – la moto que corría en las subidas a Tafira en los años sesenta de la
mano de Oscar Álamo- y que consiguió recuperar y dejar lista para revista. Y la
cultura bávara de la imponente Bmw, adquirida a Paco Quintana y remozada a sus
manos y concepto de carreras de clásicas. Además, guarda otras joyas más
modernas para desfogar en el circuito de Berriel.
Con
German y su culto al romance clásico del motociclismo de carreras comienza otra
apuesta; la de recuperar a los veteranos de combate, para echar esas pegas de
exhibición con motos antiguas de carreras, sin mayor pique que la diversión y
el recuerdo de otros tiempos. Que grandes estos muchachos, que nunca dejan de
soñar y contar.
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