lunes, octubre 13, 2025

Subidas en Cuesta


 Un clásico que despierta del sueño aletargado de la memoria colectiva

El tiempo pasa, cambian las modas y evolucionan las costumbres, pero algunas pasiones permanecen. En estos 75 años de competiciones en Canarias, el motociclismo ha sabido adaptarse a cada época sin perder su espíritu original. Ha sido una constante en la historia deportiva del Archipiélago, dejando a su paso recuerdos imborrables, anécdotas y héroes de carne y hueso.

Cada nueva generación de pilotos ha aportado su forma de entender el deporte, y con ello, su propia huella. Pero siempre hay algo que se mantiene: la emoción del público, el rugido de los motores y la nostalgia de las viejas glorias, que aún brillan en la memoria de quienes vivieron aquellos días de pura pasión por la carretera.

Vale la pena mirar atrás para recordar cómo empezó todo.
Fue un 13 de octubre de 1957, justo después de la fiesta del Pilar, cuando se celebró la primera Subida a Tafira. Aquella jornada marcó un antes y un después. Con el respaldo del Real Automóvil Club de Gran Canaria y el impulso de dos entusiastas —Manolo Bautista y Pepe Herrera, quien más tarde sería presidente del Moto Club Gran Canaria—, se organizó una prueba inédita: coches y motos compitiendo juntos en la misma subida.

La rampa de Tafira, con sus 4,5 kilómetros de recorrido, era un desafío técnico y visual. Rectas rápidas, curvas amplias y las famosas paellas del Tanque de los Ingleses, la Vuelta Honda y el Secadero se convirtieron en puntos clave para el público. Las laderas de Barranco Seco, San Roque y Tafira se llenaron de aficionados que buscaban la mejor vista. Eran gradas naturales repletas de entusiasmo, donde se mezclaban familias, amigos y curiosos que no querían perderse el espectáculo.

Durante nueve años consecutivos, la Subida a Tafira fue una cita esperada. Se convirtió en un referente y en el escenario donde pilotos y marcas mostraban lo mejor de sí. Aquel espíritu competitivo, cercano y festivo dejó un legado que aún hoy se recuerda con cariño.
(Más información y fotografías en el libro “Motociclismo Histórico 1964–1967”, de Pepe Monzón.)

Subida Tafira 1965 salida de la categoría LM 

Después llegarían otras subidas igualmente memEstas pruebas clásicas tienen algo especial: un valor romántico que las mantiene en pie frente al paso del tiempo. Aparecen y desaparecen, pero siempre regresan para recordarnos que el motociclismo es más que un deporte: es una historia compartida.

Y ojalá, como ha ocurrido hasta ahora, sigan celebrándose con la misma puntualidad, emoción y cariño de siempre, despertando en cada edición la memoria colectiva de toda una aficiónorables, como las de San Mateo y Moya entre 1963 y 1965, que completaron una etapa dorada antes de los años setenta. A partir de ahí, el motociclismo siguió evolucionando, pero aquellas pruebas pioneras quedaron grabadas como las verdaderas raíces de la afición.

Hoy, cuando se habla de las Subidas en Cuesta, no se trata solo de recordar competiciones. Es también una forma de rendir homenaje a quienes hicieron historia, a los escenarios que marcaron época y a la emoción de un público que vivía cada curva como si fuera la última.

Eventos como la Subida a Barlovento en La Palma o la Subida Unquera-Colombres en Asturias mantienen vivo ese espíritu. En ambas, no faltan los nombres de las viejas glorias canarias, que siguen representando con orgullo una pasión que no entiende de edades ni de modas.

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