A menudo nos preguntamos por la historia de las distribuciones de motos en las islas y, centrándonos en nuestras indagaciones históricas, vamos ordenando esos pasajes del pasado que devuelven al tablero de juego la elaboración del puzle del tiempo: las circunstancias acaecidas, el momento del boom comercial en Europa, las conexiones marítimas y el despertar de la economía local.
Estos grandes movimientos industriales y sociales hay que situarlos entre dos periodos bastante concretos: entre guerras y después de la Segunda Guerra Mundial. Una primera y tímida conexión se producía —aún sin concretar— a partir de 1910, con la aparición de las primeras motocicletas como artículo de lujo de algunos terratenientes y empresarios extranjeros —británicos y alemanes—, que se intensificó a partir de los años 1920 hasta 1940. Luego hubo un desabastecimiento absoluto, hasta su lenta recuperación a comienzos de los años cincuenta.
En este segundo periodo es cuando la oferta comienza a ir de la mano de los pocos distribuidores de coches primero, y talleres de motos después. Así descubrimos las marcas inglesas, que fueron las primeras con mayor variedad y distribución: AJS y Velocette —representada por Lenflor—; Ariel, vendida por el Garaje Kühne; BSA y Paloma, por González Suárez; Norton, traída por Bazar Gilder S.L.; Triumph y DKW, por Betancor Hermanos.


