miércoles, febrero 22, 2023
TRIAL GRAN CANARIA 2023
domingo, febrero 12, 2023
UN DESPISTE LO TIENE CUALQUIERA.
Los
años setenta fueron de una actividad imparable en las capitales canarias, la
revolución industrial llegaba avalada por un turismo del norte de Europa que
comenzaba a descubrir la belleza de un archipiélago virgen, a tres horas de los
ahorros de la vieja Europa. Mientras la sociedad que vivieron nuestros padres,
se llenaba de humo de coches y motos, se trazaban carreteras entres plataneras
y costas y crecían los barrios con el desorden de la necesidad y aunque todo
era muy lento y voluntarioso bien es sabido que los movimientos se amparaban en
los vehículos populares, aquellos que con duro esfuerzo ayudaron a mover la
economía.
Las
motos fueron ese símbolo en los más pobres y la cercanía del espacio, en labores
y cometidos diarios entusiasmaron a nuestros padres que se subieron a las
Licencias municipales, a las Vespas o a las Montesas y Bultacos tan queridas,
aunque hubo un tiempo anterior en nuestras queridas ínsulas, que las motos eran
en su mayoría británicas.
Sergio Farías del barrio marinero de San Cristobal había comprado una preciosa Vespa 150 S con la que soñó unos años antes, después de la retahíla de hijos que la vida la fue entregando, buscó el tiempo y espacio, para tramitar el carnet de conducir las vespas. Siete hijos y la señora, necesitaban de un auxilio y transporte para aliviar lo básico. Y así fue como el entusiasmo le llevó después de multitud de prácticas a sacar el carnet. -El cambio de la vespa en la mano, tuvo mucha de la culpa de sus tantos fracasos de aprendiz- Y un motorista antiguo podía cometer errores, que sin duda eran perdonados por la baja velocidad y la tolerancia del tráfico de entonces.