lunes, marzo 01, 2021

HISTORIA DE AMOR CON UNA MOTO



Esta es la historia que algunos abuelos contarán a sus nietos, sentados a su alrededor y con cara de angelitos abrirán los ojos como platos ante el encantamiento del cuento y la ilusión de un amor llamado “Ariel”. Estos hechos reales acontecieron en los años 50 entre nuestro anfitrión D. Heriberto Valerón y sus circunstancias de amor por las motos, nos remontamos con pinceladas a las vivencias de su niñez para poder entender mejor tales pasiones moteras


Heriberto Valeron nació en la villa de Ingenio en 1940, muy de pequeño ya montaba la burra del abuelo, para ir al Cercado a subir a la copa de la higuera para coger un balde de brevas para la abuela. Canta Heriberto, canta mi niño, le decía el abuelo para que no se comiera la fruta madura.


Su padre fundó en los años cincuenta el cine Valeron en Ingenio, él le acompañaba en la camioneta familiar a todas partes. Ya había probado con habilidad sus primeras motos, La Guzzi Hispania del hermano que compró para ir a la mili y se dio un talegazo que la dejo toda cambada, con ella se soltó a los diez años y empezó hacer sus pinitos, la vespa que compro el otro hermano, GC “ocho mil y pico” y acabó 15 años después en el establo desarmada en sus prácticas de mecánico. La Ducati 200 elite, a la que Juan Artigas le decía cuidadito con esa moto, no poner nunca la cuarta, solo tercera, que es peligrosa. La Velocette, las Scott e infinidad más que no recuerda bien sus modelos.


Fue un chofer magnifico, profesión que le pidió a su padre ya que gozaba de habilidad y criterios para ello, Se hizo distribuidor de varias marcas que ponía en el vestíbulo del cine para venderlas, entre ellas La Minsa, Ginson, derbis, etc. Los primeros coches de transporte del sur eran del abuelo, socio fundador de la empresa de transportes Sirasa. El kreiler de llantas de madera, que hacía un ruido espantoso que protestaban los pasajeros, entonces paraba cogía una lata de agua que llevaba en el guardabarros y se la echaba a las llantas y dejaban de aullar como condenadas, cuando se hinchaba la madera.


Cierto día del año 1957 que fue al Garaje Cune con su padre, observó una caja de madera grande embalada y en su curiosidad de niño preguntó que había en la caja, entonces le comentaron que ellos distribuían motos y que allí estaba una moto de 10 Caballos. 1000 CC. Una Ariel Square Four. Inmediatamente se enamoró de aquella sorpresa que venía en la caja. Y empezó el idilio y a buscar información sobre tal montura inglesa, mientras adquirió más motos que arrimaba en el garaje de los sueños.


La moto del garaje Cune estuvo dos años sin venderse, era grande y poco usual, en 1959 La compró D. José Forteza que años después vendió al practicante de Gáldar D. Juan Daniel Mendoza, por último, fue a para a un camionero que transportaba tomates de la Aldea al muelle y que la usaba para bajar por el andén verde a recoger el camión y volver a Barrial su casa todos los días. Este Señor se llamaba D. José Pérez Diepa, más conocido por Pepito “el rubio” aquí aparece de nuevo la figura de Heriberto Valeron una tarde a principios de los años 80, paseando con su Singer por las calles de Barrial, Gáldar, detectó debajo la caja de escalera de una casa terrera, la Ariel de sus amores que llevaba tantos años buscando.


Preguntó por el dueño y Pepito el rubio, le dijo que aquella moto no se vendía, pues, aunque ya la cogía poco, era la moto de su perro que le acompañaba a todas partes atrás un pastor hogareño, que le seguía todas sus conversaciones y soledades, el perro estaba listo siempre para partir y todos le conocían como la Ariel de Pepito el rubio y su perro, el trio inseparable. Heriberto insistió con la magua de haber encontrado su amor de niñez y le tomó el compromiso de si la vendía sería a él.


Pronto pregunto Pepito a Heriberto por un coche pequeño para la mujer, fue el pasaporte y la excusa para el cambio perfecto un coche restaurado y nuevo por una moto usada y sin restaurar, mientras el perro seguía angustiado las conversaciones de su dueño con Heriberto, cabizbajo rodeaba al dueño y a su moto, adivinando las intenciones y protegiendo su propiedad emocional


El día que Heriberto le llevó el coche a Pepito, no pudo traerse la moto, el animal se olía algo y se puso a llorar molesto ante la consecuencia imaginaria de perro. Pepito receptivo con su amigo, le pidió unos días, que amarraría el perro en la azotea, para que no lo viera cuando iba a buscar la moto, el sacaba la moto y se la llevaba parada calle abajo, para así no intimidar al animal. Y así sucedió, la moto se fue de Gáldar para Ingenio, no sin ser testigo del llanto intuitivo y continuó de un perro sensible, que lloraba en su celda una partida inimaginable


Veinte días más tarde, llamó Heriberto a Pepito para los trámites de la documentación y el traspaso de la moto. Este no pudo contener el disgusto y le comunicó que el perro dejó de comer y murió de pena. Triste final de aquel amor entre un perro y una Ariel Square four 1000 CC. digno Romeo emocionante de mención y bellos recuerdos 


La moto se fue al municipio de Ingenio al barrio del Cristo y allí comenzó un nuevo amor con Heriberto Valeron, que acabó vendiendo todas sus motos clásicas, para conseguir restaurarla. Cierto día que mando el chatarrero a recoger unos hierros del garaje, se llevó la culata desmontada de la Ariel que tenía sobre la mesa por error y tras tremendo disgusto y persecución no llegó a tiempo de que el desguace la despachara para la península en un contenedor de reciclaje.


Consiguió una nueva en Inglaterra, que le costó un riñón y ocho días para pensarlo ya que la estaban reclamando para otro cliente en Australia. La trajeron y empezó otro calvario, noches sin dormir esperando el final interminable de aquella restauración, que duró más de cinco años, tal vez el Karma perruno, cuando al fin la tenía en sus manos terminada en perfecto estado de uso, se pasó días haciendo el rodaje y derramando lágrimas de emoción por el sufrimiento y la alegría de poder disfrutar al fin de su amor de niñez, La Ariel Square Four 1000 CC


Hoy es la reina del garaje, luce palmito y sonido orgullo de su dueño, D. Heriberto Valeron que espero más de cincuenta años para disfrutar de su flechazo existencial, una alegre e intensa historia de amor que hoy vuelve a estar en manos de su salvador definitivo, no sin la tragedia de un animal que murió de amor por su moto británica


No hay comentarios: